Descripción
Como el celacanto, el indulto parece inmune al paso del tiempo. Desaparecen las monarquías absolutas, se hacen indiscutibles el principio de desaparición de poderes y la interdicción de la arbitrariedad, mejoran las leyes y los procedimientos penales, cambia todo lo que parecía sustentar esta sospechosa institución, pero nada parece afectarles.
Las razones del indulto no son claras, pero sí parecen ser consistentes. Un buen número de artículos de esta obra colectiva se destinan a indagar si efectivamente lo son, y el resultado es mayoritariamente crítico con la figura, a la que algunos autores no reservan ningún papel, o sólo uno marginal en situaciones de necesidad o transición –así en los trabajos de Liborio Hierro o Eva Carracedo-, y otros algo más amplio, pero siempre reducido –como en los trabajos de Alfonso Ruiz Miguel o en el mío propio-. En su conjunto, es difícil encontrar un estudio más incisivo de las bases racionales del indulto.
Pero la obra contiene mucho más, y muy bueno. Jesús Silva escribe del perdón, término marginado pero central en cualquier aproximación filosófica de gracia; Gonzalo Basso analiza el indulto en el seno de un sistema integral de determinación y atribución de la pena; Juan Diaz se introduce en la poco atendida pero muy sensible perspectiva de la víctima frente al indulto de su agresor; Antonio Doval nos ilustra, con su reconocida experiencia, de las estadísticas de concesión de indultos; Yesid Reyes, desde su privilegiado protagonismo en el proceso de paz colombiano, y Elena Maculan, que ha invertido muchas horas en su actividad académica en la materia, nos brindan su análisis del indulto en el derecho transicional, uno de los ámbitos donde ha demostrado tener más vigor; Laura Pozuelo nos ofrece la interesante perspectiva comparada de un sistema penal casi feroz como el estadounidense, que atempera ocasionalmente su rigor acudiendo al perdón; en fin, Puerto Solar nos ofrece una panorámica del singular y desgraciadamente poco frecuentado indulto penitenciario.
Coordinador: Fernando Molina